Las gotas

 

Inmersa en medio del mar se hallaba una sencilla gota saltando entre las olas dejándose llevar por las corrientes. Con los rayos del sol se fue lentamente calentando, hasta llegar a la superficie y vaporizándose se elevó grácilmente sobre el horizonte. Subió y subió hasta llegar a ser parte de una nube, que impulsada por los vientos se introdujo tierra adentro. Pasó sobre ciudades, sobre bosques, sobre desiertos y lagos donde vio mucha más agua. La nube se iba cargando poco a poco de millones de gotas como ella, con lo que su espacio libre se iba reduciendo hasta que llegó un momento en que se sintió muy aprisionada. La nube llevaba una ruta fija hacia las más altas montañas, por lo que se iba enfriando cada vez más. La gota sintió que cada vez le costaba más esfuerzo mantenerse en la nube pues se notaba cada vez más y más pesada. En ese justo momento vio algo que le hizo perder la consciencia de todo, muy cerca de ella vio a otra gota que era la más hermosa que nunca había visto: cristalina, redonda, brillante y preciosa. Tras unos segundos ella se giró y le miró. Ambas gotas quedaron mutuamente prendadas al instante. La otra gota en ese momento se desprendió de la nube y comenzó su caída libre hacia el suelo. La primera gota por seguirla se soltó dejando su vida a un futuro incierto volando por el cielo. El viento jugaba con ellas mientras ambas no se perdían de vista la una a la otra. Pese a ello no llegaban a juntarse completamente. Tras unos largos minutos de descenso se aproximaron a la cima de una alta montaña. En el último instante comprobaron que cada una iba a caer por una cara diferente de la cordillera, así que en solo un segundo tuvieron que despedirse asumiendo que sus caminos se separaban para siempre. Inmediatamente después del último adiós, la gota se precipitó sobre una roca y comenzó a deslizarse montaña abajo, primero entre las piedras, después entre los arbustos. Más tarde su viaje le llevó entre unos pinos hasta que uniéndose a otras gotas formaron un pequeño riachuelo, aprovechando las grietas se fueron acumulando más aguas hasta que crearon un arroyo, después entre unas casa un pequeño río que fresco y con fuerza corrió tierra abajo. Más tarde se tranquilizó en río cada vez más caudaloso. La lenta corriente se dirigía inexorablemente hacia su fin: el mar. La gota estaba muy triste y lloraba desconsolada por no haber ni tan siquiera podido hablar ni rozar a su amada gotita. El destino y una caprichosa ráfaga de viento las había separado para siempre. Cuando ya se veía a lo lejos el mar, un ancho río se juntó a ellos formando una caudalosa ría. Mientras se dejaba llevar por la corriente hacia el fin aceptando su desgracia, notó que otra gota le empujaba y la iba envolviendo por detrás. En un gran esfuerzo se giró y vio que quien le abrazaba era su amada gotita, que proveniente de otro afluente casualmente había sido arrastrada hacia ella por las corrientes. Se sintió infinitamente feliz, y ambas gotas en un esfuerzo final se apretaron con todas sus energías, y venciendo la tensión se volvieron una sola gota que suavemente llegó al mar. Cuentan que esas gotas nunca más se volvieron  separar y que recorren nuestro verde planeta en una eterna relación de amor.

Nunca pensemos que encontrar a nuestra gota amada es imposible, por muchas gotas que nos separen y muy improbable pueda parecer de antemano.