Aquel lago

 

Un joven matrimonio fue a vivir a un pequeño y alejado pueblo para comenzar su nueva vida en pareja. Estaba situado entre grandes bosques y verdes praderías. Los primeros fines de semana se dedicaron a conocer los alrededores dando tranquilos paseos. Un día al final de un largo caminar llegaron a un lago entre pinos. Era como un enorme espejo que reflejaba el cielo y  los árboles que lo rodeaban. Quedaron maravillados por sus aguas cristalinas. A lo lejos vieron a un hombre remando en una pequeña barca de madera. Le saludaron con la mano y él les contestó con movimiento de cabeza. Se sintieron muy a gusto en aquél lugar y por ello no pudieron evitar darse un largo beso. Se fueron lentamente a su casa recordando el bonito lugar que habían descubierto. Les parecía un remanso de ensueño, así que acordaron que todos los domingos irían a pasear hasta aquel romántico lago.

El siguiente domingo volvieron al lago y nuevamente encontraron al hombre de la barca que desde lejos les saludó. Después de varias visitas a ese entrañable lugar comenzaron a  preguntarse qué hacía siempre ese hombre solo remando en aquel lugar, así que preguntaron en el pueblo por su historia.

Uno de los vecinos les contó que ese hombre hacía algunos años había residido allí con una hermosa mujer a la que estaba muy unido. Ambos eran un ejemplo de pareja ideal llenos de amor y cariño. Un día el coche de ella apareció quemado en el fondo de un acantilado mas su cadáver nunca apareció. A pesar de que pasaron los años, nunca había perdido la esperanza de recuperarla y cada domingo iba hasta el lago a esperarla. De nada sirvieron los intentos de los vecinos que decirle que ella nunca volvería.

Pasó el tiempo y el joven matrimonio primero tuvo una hija y después un niño pero no dejaron la costumbre de visitar el lago cada domingo. Siempre que iban, miraban con cariño al amable hombre que inútilmente esperaba a su mujer que nunca regresaría.

Un soleado domingo de primavera llegaron al lago y vieron a lo lejos la barca de madera en medio del lago, sin embargo algo parecía diferente. El hombre no remaba…y fijándose bien, parecía que en el barco había dos figuras, la del hombre y la de una mujer de blanco y largos cabellos. Sorprendidos le miraron fijamente. El hombre remó hacia la orilla donde estaba el matrimonio con sus hijos y por primera vez le vieron de cerca. Sonriendo les habló y conocieron su agradable voz “les presento a mi mujer, tuvo un accidente hace años y perdió la memoria. Por suerte la recuperó y ha vuelto a mi lado. Nunca he dejado de tener fe en que regresaría y por ello la he estado esperando”. Se bajaron de la barca y se perdieron por el camino entre los árboles hacia el pueblo con las manos entrelazadas.

 

Si la fe es más fuerte que la evidencia, se puede esperar una vida entera por alguien que realmente merece la pena.