La carta

 

 

Era el primer día de la segunda semana. Las nueve de la mañana. Olga tenía contado cada minuto, cada hora y cada día desde que su apacible vida había dado un vuelco. Marco había desaparecido dejando un breve mensaje escrito en un pedazo de papel sobre la almohada con dos sencillas palabras “te quiero”. Qué mensaje más breve. Lo incluía todo, pero a la vez…no incluía nada. Las primeras noches se las había pasado llorando. Las siguientes añorándole. Había otras noches que necesitaba su íntima compañía y con sus propios dedos había recorrido con mayor o menor éxito los intrincados caminos que la llevaban a sentirse unos segundos entre las estrellas. A veces se odiaba por ello y lloraba. Otras veces se prometía olvidarle. Pero era indiferente lo que pretendiese. No podía alejarle de su mente.

Pero esa mañana fue distinta. Entre la factura de la luz, un folleto de publicidad de ordenadores y otro de un supermercado encontró la carta. Iba escrita a mano y dirigida a su nombre. Al darle la vuelta observó que no tenía remitente. Pero no hacía falta. Sabía de quien era. Sin prestar atención a un vecino que se cruzó en el portal, se dirigió al ascensor para subir a su piso.

Entró en casa y abrió aceleradamente el sobre. Solo había una hoja de papel escrita a mano. La letra era cuidadosa. Se notaba que había sido escrita con tranquilidad y pensando lo que allí se exponía. Se dispuso a leer:

“Hola mi niña, lamento mucho no haber podido decirte esto en persona, pero no he tenido valor. Quiero decirte que la época pasada tu lado fue maravillosa. He sido muy feliz, pero necesito pensar si esta vida es la que deseo tener el resto de mis días. Deseo comprobar si de veras te necesito a mi lado o si por el contrario siento que tengo que cumplir nuevas metas a las que deba llegar yo solo. Por ello he tomado la decisión de…”

El resto del papel había sido arrancado y no había más texto. Así que volvió a releer la última frase para intentar intuir lo que faltaba: “…por ello he tomado la decisión de….por ello he tomado la decisión de…” en su mente de repente resonó “..la decisión de irme pero no puedo separarme de ti y desde que me alejé siento un inmenso dolor dentro de mi que hace mi vida imposible sin ti. Te quiero y te necesito por el resto de mi vida.”

Olga notó la frase tan real que dio un respingo. “No puede ser tan real” – pensó, y se giró rápidamente. Ahí estaba Marcos de pie frente a ella. En su cara solo había un gesto de desesperación. Sin mediar palabra se acercó a ella y mientras la cubría de besos le suplicaba al oído que le perdonase.

A pesar de su enfado, pasados unos días Olga le fue perdonando pues le quería con locura, pero durante unas semanas le trató con frialdad, lo que obligó a Marco a aprender que lo fácil que se puede perder lo que se tiene si no se valora lo suficiente.

 

 

“Los cobardes siempre abandonan dejando una nota pues tienen miedo de que cara a cara puedan quedar indefensos.”