Bailar por un sueño

 

 

A Alicia le fascinaba la danza desde muy niña. Siempre miraba la televisión y las revistas. Sus ídolos eran las grandes bailarinas. Pero era de familia humilde y no podía asistir a clase de baile. Por ello, a la salida del colegio iba corriendo hasta la academia de danza y de puntillas miraba desde el exterior apoyando su nariz contra los cristales. No se perdía ni un detalle de las evoluciones de la maestra. Sin embargo no podía practicar en buenas condiciones pues en su familia no tenían dinero ni para comprarle las zapatillas de baile. Debido a eso practicaba descalza en su habitación y sus pequeños pies le dolían mucho después de varias horas de baile.

Marta, en cambio, era de familia acomodada. Desde niña siempre tenía lo que deseaba. Entre sus múltiples aficiones, además de la hípica y la pintura estaba ir a clase de danza. Asistía a la mejor academia de danza de la ciudad y aprendía los pasos que la experimentada maestra le intentaba inculcar. La maestra de baile veía a diario a una jovencita observando sus clases desde el exterior de los cristales. No importaba que nevase, lloviese o hiciese sol. Siempre estaba allí atenta. Le daba pena pensar que la pobre joven no pudiese asistir a sus clases ya que mostraba una gran constancia y afición.

Al final del curso, había un baile de exhibición. A ese evento, por ser una academia muy reconocida, acudían además de los padres de las alumnas, los mejores ojeadores y maestros de danza del país para intentar encontrar nuevas bailarinas para sus ballets. Marta lucía para la ocasión un precioso tutú amarillo y unas zapatillas doradas. Estaba nerviosa y pendiente de cómo le saldría. Alicia fue a la puerta de atrás y se coló entre las bailarinas de la academia para intentar ver la función. La maestra la reconoció al verla en una esquina, así que se le acercó. Alicia iba a huir pero la maestra le dijo: “espera cielo que no te voy a echar”. Alicia se giró sorprendida. La maestra le acercó unas sobrias zapatillas blancas y un tutú y le dijo “Ponte esto, sal y demuestra lo que vales”.

Entre las bailarinas de la función, algunas hábiles y otras torpes apareció Alicia. Sus geniales pasos, su expresividad y sensibilidad cautivaron al entendido público que enfervorizado se puso en pie obsequiándole con un largo y sonoro aplauso. Ese mismo día un responsable de un ballet fue a hablar con sus padres para ayudarles a pagar las clases de danza a cambio de que ingresase en su ballet.

 

“A veces solamente tener fe en alguien y unas sencillas zapatillas pueden separar un fracaso de lograr cumplir un sueño.”